
Mi buen amigo Carlos, como no podía ser de otra manera, me ha regalado un libro. Un libro del que me ha hablado en muchas ocasiones. Un libro en el que me ve - se ve - reflejado en uno de sus pasajes.
La situación que relata el libro hace referencia a una patología que padecemos Carlos y yo: el Síndrome de Diógenes Documental (SDD). Estoy seguro que no está catalogado por la ciencia pero eso no quiere decir que no exista. Somos muchos los que la padecemos. Se manifiesta de muchas maneras: una acumulación de cualquier texto, pdf, artículo de revista, etc. que cae en tus manos; tienes varias ediciones del mismo libro (por aquello de que incluye el texto actualizado); lees todo lo que cae en tus manos; cuando viajas fuera de tu ciudad te informas de los mejores sitos para pillar (grandes supermercados de libros - tipo Fnac - especializadas - tipo La Casa del Libro o la librería Bosch en Barcelona - y/o pequeñas butiques bibliográficas); cuando sales al extranjero te compras libros en versión original pero que ya los tienes en español; etc.
El SDD se manifiesta de muchas maneras. Este verano he ido de vacaciones a Nueva York. Hacía tiempo que quería ir, no sólo por el shopping sino porque soy de los que piensa que, al igual que un musulmán tiene que ir por lo menos una vez a La Meca en peregrinación, un economista tiene que ir - por lo menos - una vez al Distrito Financiero de Manhattan.
Muchas eran las ganas de ir y el SDD se manifestó con toda su crudeza: No era un turista cualquiera, puesto que no llevé una guía de viaje... sino tres. Una me la compré hace tres o cuatro años, cuando me di cuenta que tenía que ir a NY y aproveché que se compraba a precio reducido con no recuerdo que periódico; la segunda era una guía de viaje del año pasado, cuando unos amigos estuvieron (con comentario fruto de la experiencia de haber en otras ocasiones); y finalmente la del Trotamundos (Edición 2009) que tuve la necesidad de comprar.
Cuando me di cuenta de que viajaba con tres guías fui consciente de que tenía que ir a terapia :-)
Cual fue mi sorpresa cuando una amiga que viaja esta semana me preguntó "¿Tienes una guía de NY para dejarme...?". ¡Cielos! Pensé, hay gente que puede viajar "sin ninguna guía".
Lee el extracto - ligeramente adaptado - que adjunto y luego me cuentas:
"Has visto en un periódico que había salido "Si una noche de invierno un viajero", nuevo libro de Italo Calvino, que no publicaba hacía varios años. Has pasado por la librería y has comprado el volumen. Has hecho bien.
Ya en el escaparate de la librería localizaste la portada con el título que buscabas. Siguiendo esa huella visual te abriste paso en la tienda a través de la tupida barrera de los Libros-que-no-has-leído que te miraban ceñudos desde mostradores y estanterías tratándote de intimidarte. Pero tú sabes que no debes dejarte acoquinar, que entre ellos se despliegan hectáreas y hectáreas de los Libros-que-puedes-prescindir-de-leer, de los Libros-hechos-para-otros-usos-que-la-lectura, de los Libros-ya-leídos-sin-necesidad-siquiera-de-abrirlos-pues-pertenecen-a-la-categoría-de-lo-ya-leído-antes-aun-de-haber-sido-escrito. Y así superas el primer cinturón de baluartes y te cae encima la infantería de los Libros-que-si-tuvieras-más-vidas-que-vivir-ciertamente-los-leerías-también-de-buen-grado-pero-por-desgracia-los-días-que-tienes-que-vivir-son-los-que-son. Con rápido movimiento saltas sobre ellos y caes entre las falanges de los Libros-que-tienes-intención-de-leer-aunque-antes-deberías-leer-otros, de los Libros-demasiado-caros-que-podrías-esperar-a-comprarlos-cuando-los-revendan-a-mitad-de-precio, de los Libros-ídem-de-ídem-cuando-los reediten-en-bolsillo, de los Libros-que-podrías-pedirle-a-alguien-que-te-preste, de los Libros-que-todos-han-leído-y-es-casi-como-si-los-hubieras-leído-también-tú. Eludiendo estos asaltos, llegas bajo las torres del fortín, donde ofrecen resistencia:
- Los Libros-que-hace-mucho-tiempo-tienes-programado-leer.
- Los libros-que-buscabas-desde-hace-años-sin-encontrarlos.
- Los Libros-que-se-refieren-a-algo-que-te-interesa-en-este-momento.
- Los Libros-que-quieres-tener-al-alcance-de-tu-mano-por-si-acaso.
- Los Libros-que-podrías-apartar-para-leerlos-a-lo-mejor-este-verano.
- Los Libros-que-te-faltan-para-colocarlos-junto-a-otros-libros-en-tu-estantería.- Los Libros-que-te-inspiran-una-curiosidad-repentina-frenética--no-claramente-justificable.
Hete aquí que te ha sido posible reducir el número ilimitado de fuerzas en presencia a un conjunto muy grande, si, pero en cualquier caso calculable número finito, aunque este relativo alivio se vea acechado por las emboscadas de los Libros-leídos-hace-tanto-tiempo-que-sería-hora-de-releerlos y de lo Libros-que-has-fingido-siempre-haber-leído-mientras-que-ya-sería-hora-de-que-te-decidieras-a-leerlos-de-veras.
Te liberas con rápidos zigzags y penetras de un salto en la ciudadela de las Novedades-cuyo-autor-o-tema-te-atrae. También en el interior d esta fortaleza puedes practicar brechas entre las escuadras de los defensores dividiéndolas en Novedades-de-autores-o-temas-no-nuevos (para ti o en absoluto) y Novedades-de-autores-o-temas-completamente-desconocidos (al menos para ti) y definir la atracción que sobre ti ejercen basándote en tus deseos y necesidades de nuevo y de no nuevo (de lo nuevo que buscas en lo no nuevo y de lo no nuevo que buscas en lo nuevo).
Todo esto para decir que, recorridos rápidamente con la mirada los títulos de los volúmenes expuesto en las librería, has caminado tus pasos hacía una pila de "Si una noche de invierno un viajero" con la tinta fresca, has agarrado un ejemplar y lo has llevado a la caja para que se estableciera tu derecho de propiedad sobre él.
Has echado aún un vistazo extraviado a los libros de alrededor (o mejor dicho, eran los libros los que te miraban con el aire extraviado de los perros que desde las jaulas de la perrera municipal ven a un ex compañero alejarse tras la correa del amo venido a rescatarlo) y has salido."