El periódico: ¿Es posible que ese motón de papeles impregnados de tinta sea una especie en peligro de extinción?
Todo dependerá - como siempre - del cristal con el que se mire. Soy un amante de la tecnología - lo que se conoce en inglés como geek - y a veces, como el niño de la película “El sexto sentido” sólo veo muertos, detrás de todo lo que suena a tradicional.
No soy el primero que escribe sobre el peligro que está suponiendo Internet para la prensa escrita tradicional. Pero también decían lo mismo sobre los libros y ahí siguen, los dispositivos electrónicos para leerlos nunca han terminado conseguir hacerse un hueco. Al final, detrás de la individualización de un beneficio o utilidad se esconden un montón de sensaciones que no son fáciles de sustituir. Por ejemplo, es mucho más cómodo comprar ropa a través de Internet pero, superado el debate de la seguridad, hay pocas cosas que a muchos les de tanto placer como el que les supone pasear entre percheros, entrar en probadores, comentarlo con las dependientas, mirarse en el espejo (esos espejos que sabemos nos hacen más esbeltos porque son intencionadamente curvos), descubrir que se conserva la talla del año pasado… porque el consumo está mucho más relacionado con los sentidos que con el mercado.
La prensa de papel vive permanentemente amenazada, pero no es algo nuevo, es cierto que Internet, los dispositivos móviles, etc. representan una seria amenaza, pero no mucho mayor que la que han representado otras. La radio o la televisión redujeron la urgencia de los periódicos y los telediarios acabaron con la prensa verpertina (creo que en nuestro país no queda a día de hoy ninguna edición de tarde).
Aunque ya existía una prensa escrita con anterioridad se suele poner el contador a cero, en cuanto a la aparición de la prensa en España, con el inicio a mediados del siglo XVII de la Gaceta de Madrid. Ese diario si pudiéramos llamarlo así, que terminaría por transformarse en el Boletín Oficial del Estado (BOE), y que desde el uno de enero de este año sólo se publica en formato digital.
En cualquier caso, no es hasta el XIX cuando comienza a aparecer la prensa escrita más o menos como la conocemos actualmente y, sobre la cual, los expertos ya hacen predicciones en el sentido de que muchas grandes ciudades se van a quedar sin sus cabeceras de periódicos.
Todo bien o servicio que haya permanecido durante décadas ha tenido que adaptarse y acometer necesarias transformaciones. Hace cincuenta años – por ejemplo- que los hombres no nos vestimos con sombrero y eso hizo cerrar o reconvertirse al sector.
Curiosamente la información por si sola no es información. Me puedo conectar con la edición digital de cualquier periódico del mundo pero, salvando la barrera idiomática, no me consideraría una persona informada porque necesito que todos esos datos sean ordenados, procesados y clasificado por alguien, léase periodista.
Así mismo, nos interesa el robo de la sucursal bancaria de nuestro pueble, en el que es posible que se hayan robado unos pocos miles de euros, pero para prestar atención a un robo internacional es necesario que sea de millones de dólares. Nos preocupa la muerte de una persona en nuestro barrio pero permanecemos indiferentes a los miles de muertes de África o a las decenas de muertes violentas que se dan en Estados Unidos por armas de fuego.
Necesitamos al igual que existe un Google, el popular buscador de Internet, a alguien que ponga en orden toda esa información, alguien que nos informe sobre esas noticias más próximas y que más nos interesan.
Hasta ahora la prensa digital no ha conseguido captar el interés masivo del público y, lo que es más importante, hacerle pagar por ello. Lo que empieza como “gratis total” para captar adeptos es muy difícil reconvertirlo en servicio de pago. De hecho mucha gente piensa que si tengo que pagar por leer el diario mejor me lo compro en el kiosco y lo leo cómodamente sentado tomando café.
La prensa de papel debería defender el nicho de mercado de la información local que es la que más atrae nuestra atención y lo que la que nos lleva a soltar un eurito todas las mañanas. Por otro lado, creo que el secreto de la prensa digital no será copiar el formato de la tradicional, o prensa de papel, sino - curiosamente - el de los blogs (tiempo al tiempo).
Todo dependerá - como siempre - del cristal con el que se mire. Soy un amante de la tecnología - lo que se conoce en inglés como geek - y a veces, como el niño de la película “El sexto sentido” sólo veo muertos, detrás de todo lo que suena a tradicional.
No soy el primero que escribe sobre el peligro que está suponiendo Internet para la prensa escrita tradicional. Pero también decían lo mismo sobre los libros y ahí siguen, los dispositivos electrónicos para leerlos nunca han terminado conseguir hacerse un hueco. Al final, detrás de la individualización de un beneficio o utilidad se esconden un montón de sensaciones que no son fáciles de sustituir. Por ejemplo, es mucho más cómodo comprar ropa a través de Internet pero, superado el debate de la seguridad, hay pocas cosas que a muchos les de tanto placer como el que les supone pasear entre percheros, entrar en probadores, comentarlo con las dependientas, mirarse en el espejo (esos espejos que sabemos nos hacen más esbeltos porque son intencionadamente curvos), descubrir que se conserva la talla del año pasado… porque el consumo está mucho más relacionado con los sentidos que con el mercado.
La prensa de papel vive permanentemente amenazada, pero no es algo nuevo, es cierto que Internet, los dispositivos móviles, etc. representan una seria amenaza, pero no mucho mayor que la que han representado otras. La radio o la televisión redujeron la urgencia de los periódicos y los telediarios acabaron con la prensa verpertina (creo que en nuestro país no queda a día de hoy ninguna edición de tarde).
Aunque ya existía una prensa escrita con anterioridad se suele poner el contador a cero, en cuanto a la aparición de la prensa en España, con el inicio a mediados del siglo XVII de la Gaceta de Madrid. Ese diario si pudiéramos llamarlo así, que terminaría por transformarse en el Boletín Oficial del Estado (BOE), y que desde el uno de enero de este año sólo se publica en formato digital.
En cualquier caso, no es hasta el XIX cuando comienza a aparecer la prensa escrita más o menos como la conocemos actualmente y, sobre la cual, los expertos ya hacen predicciones en el sentido de que muchas grandes ciudades se van a quedar sin sus cabeceras de periódicos.
Todo bien o servicio que haya permanecido durante décadas ha tenido que adaptarse y acometer necesarias transformaciones. Hace cincuenta años – por ejemplo- que los hombres no nos vestimos con sombrero y eso hizo cerrar o reconvertirse al sector.
Curiosamente la información por si sola no es información. Me puedo conectar con la edición digital de cualquier periódico del mundo pero, salvando la barrera idiomática, no me consideraría una persona informada porque necesito que todos esos datos sean ordenados, procesados y clasificado por alguien, léase periodista.
Así mismo, nos interesa el robo de la sucursal bancaria de nuestro pueble, en el que es posible que se hayan robado unos pocos miles de euros, pero para prestar atención a un robo internacional es necesario que sea de millones de dólares. Nos preocupa la muerte de una persona en nuestro barrio pero permanecemos indiferentes a los miles de muertes de África o a las decenas de muertes violentas que se dan en Estados Unidos por armas de fuego.
Necesitamos al igual que existe un Google, el popular buscador de Internet, a alguien que ponga en orden toda esa información, alguien que nos informe sobre esas noticias más próximas y que más nos interesan.
Hasta ahora la prensa digital no ha conseguido captar el interés masivo del público y, lo que es más importante, hacerle pagar por ello. Lo que empieza como “gratis total” para captar adeptos es muy difícil reconvertirlo en servicio de pago. De hecho mucha gente piensa que si tengo que pagar por leer el diario mejor me lo compro en el kiosco y lo leo cómodamente sentado tomando café.
La prensa de papel debería defender el nicho de mercado de la información local que es la que más atrae nuestra atención y lo que la que nos lleva a soltar un eurito todas las mañanas. Por otro lado, creo que el secreto de la prensa digital no será copiar el formato de la tradicional, o prensa de papel, sino - curiosamente - el de los blogs (tiempo al tiempo).