Hay recuerdos que no se recuerdan, o que no se recuerdan con exactitud desde qué momento se recuerdan. No hay una fecha cierta, no hay un suceso concreto, sencillamente tenemos la sensación de que siempre han estado ahí.
Los libros de autoayuda lo atribuyen a los “paradigmas” (en inglés: paradigm). Esos libros están llenos de páginas con alusiones a ellos y, en definitiva, es un término que adoran. No así
En cualquier caso, el término se usa – fuente: Wikipedia – para “describir el conjunto de experiencias, creencias y valores que afectan la forma en que un individuo percibe la realidad y la forma en que responde a esa percepción”, por lo que – entiendo – podríamos hacer una traducción incompleta del término y utilizar la palabra “creencias”… aunque, en mi caso, seguiré con mis “paradigmas”.
Como decía al principio, hay recuerdos a los que no puedo poner una fecha o una imagen. Son así porque – aparentemente – siempre han sido así y los defiendes a capa y espada.
De este modo, por ejemplo, no recuerdo porqué o desde cuando soy del Barça. A mis padres no les gusta el fútbol, no tengo hermanos mayores – sólo dos hermanas menores no especialmente aficionadas – por lo que no consigo recordar ¿Desde cuándo me preocupa lo que le suceda a once chavales vestidos de azul y grana, que corren sobre un campo de césped detrás de un balón?.
Algo muy similar a lo que sucedía con mis inclinaciones por la izquierda política. Reconozco – sin ningún pudor - que cuando era joven me sentía un chico de izquierdas. En este caso, creo recordar muy vagamente, que los orígenes pudieran estar en un profesor de matemáticas que tuve con dieciséis años y al que le preguntaba sobre estas cosas. Es lógico por otro lado, he llegado a creer, que cuando se es joven se tiene que ser de izquierdas. Es más, la puñetera izquierda (dicho en sentido afectuoso), sabe venderse muy bien entre los jóvenes.
Captarte cuando eres joven es una excelente estrategia. Las compañías tabaqueras lo descubrieron hace cincuenta años. Mediante una atractiva publicidad que cautivaba a unos influenciables jóvenes y mantenía cautivo a un cliente (adicto) durante el resto de su vida. Para un no fumador como yo, resulta incomprensible que el placer de una calada compense el deterioro físico que produce la nicotina. Pese a ello, respeto profundamente al fumador siempre que ejerza su derecho en libertad (inaceptable para niños, por ejemplo) y sin causar molestias a los demás.
La influencia de los paradigmas tiene sus ventajas pero también tienen sus inconvenientes: Por ejemplo me podría llevar a pensar que soy de izquierdas porque siempre lo he sido y no cabe otra posibilidad. De hecho, todo lo que hago es consecuente con ello: debería leer prensa de izquierdas, ver la tele oficial de la izquierda, escuchar la radio de la izquierda, y si aparece nueva prensa (más) de izquierdas o televisión pasarme a ellas.
Todo ello me llevaría al pensamiento único de que la izquierda es lo “único”. Y se enquistaría, de este modo, mi orientación electoral "¿cómo voy a votar al del bigote?", me dijo una vez una votante de izquierdas.
Uno llega a pensar que su mierda – con perdón – no huele igual que la de la derecha y su corrupción – la de la izquierda - es algo que se tiene que aceptar como inevitable. Algo que me veo en la obligación de comprender porque “la de los otros” es más y peor.
Conforme me fui haciendo mayor, las cosas fueron cambiando. Comencé a suponer que había cosas que no terminaban de funcionar. Que – tal vez – existiera otra forma de hacer las cosas ¿y si realmente no he sido nunca un tío de izquierdas sino que he estado en transición hacia otra cosa?. Comienzas a leer sobre “esas otras cosas”, a profundizar sobre otras cuestiones. Los cimientos de tus paradigmas comienzan a tambalearse, al principio, y a agrietarse más adelante. ¿Y si – cielos – he estado equivocado todos estos años?
Vas de un lado a otro buscando tu nuevo paradigma, porque – eso sí – los paradigmas nos joden más que ayudarnos, pero no podemos vivir sin ellos. ¿Y si, después de tantos años, no soy de izquierdas sino que soy de derechas?... No, no es posible, pero ¿Y si lo soy?.
Y, entonces, te aproximas sin prejuicios hacia tus nuevos paradigma ¿Es posible que me haya convertido en un votante de derechas? y es algo que comienzas a afrontar sin complejos: ¿Qué opino sobre este tema? ¿Qué opino sobre este otro? ¿Qué hacen éstos? ¿Qué hacen los otros?. Vaya lío tuve en la cabeza hasta que descubrí que tampoco era de derechas.